Estamos cansados de escuchar constantemente en los diferentes medios de comunicación que el nivel educativo de los alumnos actuales deja mucho que desear. Los informes PISA y las evaluaciones internas de las propias instituciones educativas muestran un descontento ante el rendimiento de sus alumnos. Pero, ¿quién es el responsable de esta situación?
Lo más fácil sería pensar que son los alumnos los que están aletargados y sumidos en una pasividad que les hace ignorar la importancia de la formación académica. Pero lejos de esta posición, podríamos decir que el sistema quizás no está estructurado para responder a las necesidades de la sociedad actual o que no le interesa. La escuela es el reflejo de nuestra sociedad y, como bien se demuestra en las aulas, la diversidad es una constante que no ha de entenderse como obstáculo sino como fuente de riqueza. Si esto es así, ¿cuál es el inconveniente? Todavía pensamos que la escuela sólo ha de encargarse del aspecto académico de los alumnos pero, ¿no es la LOE la promotora del carácter humanizador de la educación? "La escuela no es un hospital que cura a los sanos", sino que debe ser el medio que consiga acortar las distancias sociales y que construya a una futura sociedad capaz de convivir de manera armónica.
Por supuesto esta justificación no anula el interés de la escuela como formadora de futuros profesionales competentes y capaces de hacer evolucionar al conocimiento. No obstante, por todos es sabido que el que tiene las condiciones para llegar, llega. Por tanto, démosle una oportunidad a aquellos que no tienen condiciones. Seguro que son capaces de sorprendernos.
En la actualidad se están tomando medidas que atienden a la diversidad y de las que se están obteniendo muy buenos resultados (PDC, PCPI, etc.). Lo que está claro es que la educación es un vehículo perfecto de transformación social. Ahora bien, la transformación sólo es posible cuando los responsables creen que verdaderamente es posible. ¿Buscamos culpables, entonces? Mejor será que construyamos un pacto de Estado que establezca una normativa regular y común que favorezca la autonomía de los docentes y que potencie los procesos de atención a la diversidad. Unos procesos que permitan incrementar los resultados en todas las competencias propuestas por la actual normativa pero, sobre todo, en aquellas referidas al ámbito social y ciudadano. Hoy más que nunca, en esta sociedad de incesantes cambios e indefinición, debemos favorecer la construcción de mentes críticas y corazones abiertos a los nuevos tiempos caracterizados por una volubilidad ante la que es preferible enfrentarse con una identidad y valores bien forjados que con muchos conocimientos, a veces, innecesarios.
Juzguemos, por tanto, lo que necesitamos para dotar de calidad a nuestro Sistema Educativo y si quizás, todos somos culpables.
Mª José Hernández Amorós